La Guerra de las Cañoneras

Dinamarca y Noruega, que originalmente se habían declarado neutrales en las Guerras Napoleónicas, sacaron provecho de la guerra a través del comercio y establecieron una armada. Tras una muestra de intimidación en la Primera Batalla de Copenhague (1801), los ingleses capturaron un gran número de naves de la flota danesa, en la Segunda Batalla de Copenhague (1807). Esto terminó con la neutralidad danesa, enzarzándose los daneses en una guerra naval de guerrillas, donde con pequeños barcos cañoneros pretendían atacar a los barcos ingleses -mucho mayores- que estuvieran en aguas danesas y noruegas. La Guerra de las Cañoneras terminó cuando la flota inglesa obtuvo la victoria en la Batalla de Lyngør en 1812, en la cual fue destruido el último de los buques de guerra daneses, una fragata.

La Primera y Segunda Coaliciones


La Primera Coalición (1792-1797) de Austria, Prusia, el Reino Unido, España y el Piamonte (Italia) contra Francia fue el primer intento para derrotar al republicanismo. La coalición fue derrotada por los franceses debido a una movilización general, levas en masa, reformas en el ejército y una guerra absoluta. En 1795, Francia se anexionó con los Países Bajos austriacos y la Renania. Sigue la conquista de las Provincias Unidas (a las que había declarado la guerra en 1793) y su transformación en la República Bátava (Tratado de La Haya, 19 de enero de 1795). Prusia firmó la Paz de Basilea y dejó la coalición. España, tras unas victorias iniciales en la invasión del Rosellón en 1793 (Guerra del Rosellón), vio como las tropas francesas invadían Cataluña, Vascongadas y Navarra. Ante esta amenaza, también firmó separadamente en 1795 la Paz de Basilea. Las campañas italianas de Napoleón en 1796 y 1797, también hicieron abandonar al Piamonte la Coalición. Piamonte fue uno de los miembros originales de la Coalición y había significado un peligro persistente para Francia en el frente italiano durante cuatro años en la época en la que Napoleón asumió el mando del ejército francés en Italia. A Bonaparte le llevó un mes vencer a Piamonte y hacer retroceder a sus aliados austriacos. Las fuerzas de los Estados Papales se rindieron a los franceses en Fuerte Urbano, forzando al Papa Pío VI a firmar un tratado de paz provisional, y las sucesivas contraofensivas austriacas en Italia fueron infructuosas, y condujeron a la entrada de Bonaparte en el Frioul. La guerra terminó al forzar Bonaparte a los austriacos a aceptar sus propias condiciones en el Tratado de Campo Formio. El Reino Unido quedó entonces como la única potencia aún en guerra con Francia.

La Segunda Coalición (1798-1801) de Rusia, el Reino Unido, Austria, el Imperio Otomano, Portugal, Nápoles y los Estados Papales contra Francia fue al principio más efectiva que la primera. El gobierno corrupto y dividido de Francia, bajo el Directorio Ejecutivo, se encontraba en plena agitación, y la República estaba en bancarrota (ciertamente, cuando en 1799 Bonaparte tomó el poder, encontró sólo 60.000 francos en el Tesoro Nacional). La participación rusa supuso un cambio decisivo sobre la guerra de la Primera Coalición. Las fuerzas rusas en Italia estaban mandadas por el notoriamente despiadado y nunca derrotado Aleksandr Suvórov. La República Francesa no disponía de líderes como Lazare Carnot, el ministro de guerra que había llevado a Francia a las sucesivas victorias que siguieron a las masivas reformas de la primera guerra. Además, Napoleón Bonaparte estaba ocupado en una campaña en Egipto, con el objetivo de amenazar a la India Británica. Sin dos de sus más importantes comandantes del conflicto anterior, la República sufrió sucesivas derrotas contra unos enemigos revitalizados, financiados por la corona británica.

Napoleón Bonaparte volvió en 1799, dejando la campaña en Egipto a cargo de su segundo al mando, el general Kléber, quien fue posteriormente asesinado. Tomó el control del gobierno francés en 1799, derribando el Directorio con la ayuda del ideólogo Emmanuel Joseph Sieyès. La ofensiva de las fuerzas austríacas en el Rhin y en Italia, se convirtió en una amenaza acuciante para Francia, pero todas las tropas rusas habían sido retiradas del frente tras la muerte de la zarina Catalina II de Rusia. Napoleón reorganizó la milicia francesa y creó un ejército de reservistas para apoyar tanto los esfuerzos en el Rhin como en Italia. En todos los frentes, los avances franceses encontraron a los austriacos con la guardia baja. En ese momento, el ejército francés contaba sólo con 300.000 soldados luchando contra las fuerzas de la Coalición. En Italia, la situación era sin embargo más delicada por la presión de Austria, y Napoleón se vio forzado a movilizar al ejército de reservistas. Chocó con los austriacos en la Batalla de Marengo el 14 de junio de 1800, y podría haber perdido la batalla de no ser por la decisiva intervención del general Desaix de Veygoux, que atacó la retaguardia austríaca y la venció. Desaix murió en la batalla, y Napoleón conmemoró posteriormente su bravura construyéndole monumentos y tallando su nombre en el Arco del Triunfo. En el Rin, en cambio, la decisiva batalla llegó cuando un ejército francés de 180.000 hombres se enfrentó a 120.000 soldados austríacos en la Batalla de Hohenlinden el 3 de diciembre. Austria fue definitivamente vencida y abandonó el conflicto tras el Tratado de Lunéville, en febrero de 1801.

El mayor problema pendiente de Napoleón era ahora el Reino Unido, que permanecía como una influencia desestabilizadora en las potencias continentales. El Reino Unido había propiciado la Segunda Coalición a través de su financiación. Napoleón estaba convencido de que, sin una derrota británica o un tratado con el Reino Unido, no podría conseguir una verdadera paz. El ejército británico era una amenaza relativamente pequeña para Francia, pero la Armada Real Inglesa era una continua amenaza para la flota francesa y para las colonias en el Caribe. Además, los fondos económicos del Reino Unido eran suficientes para unir a las grandes potencias del continente contra Francia y, a pesar de las numerosas derrotas, el ejército austríaco todavía era un peligro potencial para la Francia napoleónica. En cualquier caso, Napoleón no fue capaz de invadir Gran Bretaña de una forma directa. En las famosas palabras del almirante John Jervis, primer Conde de San Vicente (en honor a la histórica victoria naval de la Batalla del Cabo de San Vicente contra la escuadra franco-española): Yo no digo, señores, que los franceses no vayan a venir; sólo digo que no vendrán por mar (palabras evidentemente irónicas tratándose Gran Bretaña de una isla), se expresaba la situación tras las derrotas de la flota francesa en la Batalla del Nilo (Aboukir, 1 de agosto de 1798) y la posterior derrota de la flota combinada franco-española en la Batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805), ambas con el almirante Horatio Nelson al mando de la flota británica. Por último, fue fácilmente contenida una expedición francesa a Irlanda.

Guerras Napoleónicas


Las Guerras Napoleónicas fueron una serie de conflictos militares que tuvieron lugar durante el tiempo en que Napoleón Bonaparte gobernó en Francia. Fueron en parte una extensión de los conflictos que estallaron a causa de la Revolución Francesa, y continuaron durante todo el Primer Imperio Francés. No existe consenso sobre el momento exacto en que comenzaron estas guerras. Hay quien considera que empezaron cuando Napoleón alcanzó el poder en Francia, en noviembre de 1799. Otras versiones sitúan el periodo bélico entre 1799 y 1802 en el contexto de las Guerras Revolucionarias Francesas, y consideran la declaración de guerra entre el Reino Unido y Francia en 1803, que siguió al breve periodo de paz del Tratado de Amiens en 1802 como el punto inicial de las Guerras Napoleónicas. Las Guerras Napoleónicas finalizaron el 20 de noviembre de 1815, tras la derrota final de Napoleón en la Batalla de Waterloo y el Segundo Tratado de París de 1815. En conjunto, el casi continuado período de guerras comprendido entre el 20 de abril de 1792 y hasta el 20 de noviembre de 1815 es llamado con frecuencia La Gran Guerra Francesa (anterior a la Primera Guerra Mundial, llamada simplemente La Gran Guerra).

Mameluco

Los mamelucos fueron esclavos, en su mayoría de origen turco, procedentes de Asia Central, de las zonas del Mar Negro y más al norte, islamizados e instruidos militarmente y que en sus inicios ejercían como soldados a las órdenes de los distintos califas abásidas.

Más tarde constituirían en 1250 un sultanato en Oriente Medio, que en el momento de ser conquistado por los otomanos (1517) se extendía por Egipto, Palestina, Siria y las costas del Mar Rojo. Un precedente de dicho sultanato fue el Sultanato de Delhi, fundado en 1210 en el norte de la India por el general gurida Qutb al-Din Aybak, un esclavo de origen turco que a la muerte de su señor, Mu`izz ad-Dîn Muhammad Guri, se independizó dando inicio a una dinastía de mamelucos, denominados "de los reyes esclavos". Este régimen, a diferencia del mameluco egipcio, disponía de un territorio recientemente conquistado por el Islam, y donde, por consiguiente, la mayoría de la población era de otra religión (la hindú); aparte, era de una cultura y lenguaje predominantemente persa, diametralmente opuesto al egipcio, donde sus súbditos eran, en su mayoría, árabes musulmanes.

Bandeirantes

Bandeirantes son llamados los hombres que a partir del siglo XVI penetraban en los territorios interiores del continente, partiendo de San Pablo de Piratininga (São Paulo). La villa era entonces distinta de las demás poblaciones portuguesas en América, porque no se encontraba en el litoral, sino enclavada sobre el altiplano que se alcanzaba tras subir la "Sierra del Mar". Así, aislados del comercio y sin alternativas económicas, allí, los hombres se hicieron bravos y pasaron a atacar a los indígenas para hacerlos esclavos y venderlos principalmente en regiones productoras de azúcar. Sus actividades secundarias eran la minería y la agricultura.

En Brasil, los bandeirantes son reconocidos por haber llevado las fronteras de la América Portuguesa mucho más allá de las establecidas en el Tratado de Tordesillas, por lo que definieron los límites actuales del territorio brasileño.

Los bandeirantes étnicamente eran descendientes de portugueses, en su mayoría mestizos con indígenas. A partir del siglo XVII, hablaban una lengua franca llamada Lengua General Paulista o Nheengatu Paulista, derivada del idioma de los indios Tupy. Los tupíes participaban en sus expediciones en gran número, pues representanan entre el 80% y 90% de la fuerza de una "bandeira".

Debido a sus acciones violentas contra la población indígena, los bandeirantes fueron condenados por los sacerdotes de la Compañía de Jesús, que se volvieron sus enemigos y con quienes entraron en combate armado muchas veces. Los jesuitas armaron y entrenaron militarmente a los indios de las reducciones en defensa contra los paulistas.

Bartolomé de las Casas

Fray Bartolomé de Las Casas O.P. (Sevilla, 24 de agosto de ¿1474? – Madrid, 17 de julio de 1566) fue un fraile dominico español, cronista, teólogo, obispo de Chiapas (México), filósofo, jurista y apologista de los indios.

Pueblos indígenas de América Latina

Son la población originaria del continente. Dada su enorme diversidad, se les suele agrupar en “familias” de pueblos, que comparten una ubicación geográfica, algunos rasgos culturales y, en ciertos casos, una lengua y una historia comunes. Éste es el caso de los pueblos andinos, mayas y caribes.

Históricamente, los pueblos indígenas de América han sido objeto de discriminación y racismo (discriminación en lengua, en condiciones laborales y salariales, discriminación sexual), situaciones que se han reflejado en matanzas, en la existencia de un trabajo servil y otras muchas formas de injusticia (sobre todo la permanencia de las condiciones de pobreza).

Hoy en día se ha retomado el problema indígena. Numerosos movimientos y organizaciones indígenas se han movilizado para alcanzar el reconocimiento de sus culturas, por ejemplo la educación intercultural y el derecho a la tierra. Es el caso del movimiento zapatista y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

La definición de la lengua indígena como dialecto es un prejuicio, una forma de discriminación que considera, erróneamente, que lenguas como el náhuatl o el otomí, por dar sólo dos de los miles de ejemplos que existen, son formas de comunicarse menos complejas y menos desarrolladas que el español o el inglés o el francés: la lengua indígena es tan compleja y tan rica como cualquier otra lengua del mundo, y dialecto se define, en cambio, como toda aquella variante regional (local) de una misma lengua estándar (sea ésta indígena o no). Por ejemplo, el náhuatl, como lengua estándar, presenta muchas variantes dialectales (muchos dialectos): existe el náhuatl mexicano, el náhuatl guatemalteco y, dentro del propio México, existen el náhuatl del Estado de México (mexiquense) y el que se habla en el estado de Hidalgo, el que se habla en el Puebla, etcétera. El advenimiento de la independencia no contribuyó a cambiar esta situación; muy por el contrario, en muchos casos la agudizó.

El término «indio»

Dentro del conjunto general de pueblos indígenas del mundo, y en ausencia de otras referencias específicas, se entiende que el uso del vocablo «indígena» se refiere por antonomasia a las poblaciones de América que son continuidad de pueblos autóctonos que, desde grupos cazadores-recolectores amazónicos hasta altas culturas andinas o mesoamericanas con organización estatal, ya estaban presentes en el continente antes de la colonización europea iniciada el 12 de octubre de 1492.

En este uso, los términos "amerindio" y, en menor medida, "indígena" han venido a reemplazar al antiguo y ambiguo término indio. Véase una mínima discusión de este asunto entrando en dicho término.

Los europeos llamaron indios a los nativos de las islas del Mar Caribe debido a que, desde los viajes de Cristóbal Colón, creían que éste había llegado a la India, en Asia, generando un equívoco que perduró en el tiempo y que, posteriormente, daría lugar a que los territorios americanos fueran conocidos inicialmente como las Indias por los españoles recién llegados allí. Los ingleses denominaron "West Indies" (Indias Occidentales) sólo a las islas del Caribe que colonizaron (no así a sus colonias en tierra firme del continente americanos). Tuvieron que anteponer lo de "West" para distinguirlas de las otras colonias que tenían en la verdadera India asiática y aún más al este, a cuyos territorios lógicamente denominaron "East Indies" (Indias Orientales). En general, los habitantes autóctonos de las tierras al oeste del Atlántico fueron en adelante conocidos en español como indios, aunque actualmente suelen preferirse términos como "amerindios" u otros; y en inglés el término "indians" también cede en preferencia frente a otros asimismo más eufemísticos y menos ambiguos, como por ejemplo "Native Americans" en los Estados Unidos de América.
Entre numerosos movimientos nativos amerindios también ha perdido crédito la designación indígena en favor de términos de autoafirmación como "originario". De esta forma, muchos grupos que antes se identificaban genéricamente como indígenas ahora lo hacen como originarios o recurriendo directamente a etnónimos tradicionales o en sus lenguas vernáculas.

El comercio negrero

Con la llegada y conquista de América, por parte de los europeos, se trazaron planes de expansión que exigían mano de obra barata. En un principio se esclavizó a los pueblos indígenas americanos pero la legislación española se planteó muy pronto la solicitud de dicha práctica (gracias a los escritos de Bartolomé de las Casas y de la Escuela de Salamanca), e hizo que se importaran personas esclavizadas de África, que además tenían mayor resistencia física y a las enfermedades, especialmente las tropicales, comenzando así un comercio a gran escala de esclavos africanos: el comercio negrero.

Hacia el siglo XVII hubo un gran incremento en el número de esclavos debido a su importancia como mano de obra, en las explotaciones agrícolas de gran extensión (sistema de plantaciones) en América del Norte, del Sur y, principalmente, en el Caribe. Según el historiador británico Eric Hobsbawm la cifra de esclavos africanos transportados a América sería de un millón en el siglo XVI, tres millones en el XVII y durante el siglo XVIII llegaría a los 7 millones, permitiendo una enorme acumulación de capital de cara al desarrollo del capitalismo europeo durante la Revolución industrial.

Este incremento en el comercio negrero fue acompañado, en la mayoría de los casos, por una fuerte ideología racista: los negros eran considerados seres inferiores, asimilados frecuentemente a animales, sin siquiera poder ser considerados sujetos de derecho y por lo tanto considerados, jurídicamente, como cosas. Aunque especialmente, el debate estaba inicialmente en si los individuos de raza negra tienen alma humana, puesto que en caso afirmativo esta actividad sería considerada ilegal por la Iglesia, lo que llevó a un fuerte movimiento para afirmar que los sujetos de raza negra no tienen alma. En el caso de los indígenas de América se había decidido que tienen alma por lo que no se les podía esclavizar. De hecho era costumbre en muchas plantaciones explotar al esclavo bajo severas condiciones hasta su muerte, pues salía más barato comprar nuevos esclavos que mejorar sus condiciones de vida. La fuente de esclavos fue África, y la Isla de Gorée, colonia francesa, fue el lugar preciso donde se estableció el mercado de esclavos, también conocido como el lugar sin retorno y donde se separaban definitivamente las familias desintegradas por la esclavitud.

De forma similar los árabes mantuvieron un importante tráfico de esclavos africanos, tanto a través de rutas cruzando el Sahara como a través de la costa oriental de África, fundamentalmente la Isla de Zanzíbar. Este comercio se extendió desde el siglo VII hasta el siglo XX y alcanzó proporciones similares o superiores al comercio negrero del Atlá'

Esclavitud

Esclavitud es la situación en la cual un individuo está bajo el dominio de otro, perdiendo la capacidad de disponer libremente de sí mismo.

El fenómeno de la esclavitud se remonta a las civilizaciones antiguas. Históricamente se ha demostrado que su razón de ser radica en el fortalecimiento y sostenimiento de la actividad económica, ya que normalmente los esclavos eran empleados como mano de obra, aunque hay excepciones, como los jenízaros.

Claro es el ejemplo de la colonización de América o las prácticas del antiguo Imperio Romano además de los planteamientos políticos de la Grecia Antigua donde el mismo Aristóteles sostiene que la esclavitud es un fenómeno natural. Mintz y Elkins consideran que existe una relación recíproca entre capitalismo y esclavitud, ellos evidencian que conforme varía dinamismo del capitalismo, el carácter represivo de la actividad laboral también varía. Otros investigadores como Lester Thurow sostienen que mientras la democracia es incompatible con la esclavitud, el capitalismo no lo es, por lo que la esclavitud suele reaparecer en la misma proporción que avanza las formas autoritarias de gobierno.

El Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición se celebra el 23 de agosto, mientras que el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud se celebra el 2 de diciembre.

También se entiende por esclavitud la condición de personas sujetas a los designios de otras sin opción a réplica, discrepancia, decisión o protesta.

Martim Afonso de Sousa

Martim Afonso de Sousa (Vila Viçosa, Portugal, 1500 - 1571), noble y militar portugués.

En su juventud estudió Matemática, Cosmografía y Navegación. Fue nombrado paje del Duque de Braganza y, más tarde, del infante Don Juan, príncipe heredero. Al subir al trono, como Juan III, el soberano lo nombró para posiciones de prestigio, como el mando de la expedición de 1530 al territorio brasileño.

Desde una perspectiva de historiografía tradicional en la historia de Brasil se considera a esta expedición como la primera expedición colonizadora de Brasil, el Regimiento que tuvo Martin de Souza permite comprender que el principal objetivo de su misión era colocar asentamientos portugueses en la cuenca del río de la Plata, lo que no alcanzó en función de haber naufragado en la región.

Como descubridor, en 1532, con la ayuda de João Ramalho, fundó São Vicente, la primera villa brasileña. Combatió a los corsarios franceses en el litoral y fue agraciado por la Corona portuguesa con dos lotes de tierras en Brasil: la Capitanía de São Vicente.

Martin Afonso de Sousa no permaneció en Brasil para administrar sus tierras. Nombrado capitán del Mar de las Indias (1533), fue el encargado de proteger las posesiones de Portugal en Oriente. De ésta forma defendió la Factoría de Diu contra moros e hindues, derrotó al rajá de Calcuta y combatió a los corsarios que saqueaban las embarcaciones portuguesas en la región. Victorioso, fue nombrado virrey de la India portuguesa por Juan III (1542).

Existe controversia en cuanto al fin de su carrera. Algunos historiadores afirman que retornó a Portugal en 1545, convirtiéndose en uno de los miembros del Consejo de Estado. Otros sustentan que fue llamado de vuelta bajo la acusación de desvío de dinero de la Corona y enriquecimiento ilícito, manteniéndose alejado de la vida pública hasta morir.

La llegada a la India de Cabral

La Armada llegó a Calicut en 13 de septiembre, después de escalas en el litoral este africano. Cabral firmó el primer acuerdo comercial entre Portugal y un potentado en la India. La factoría portuguesa fue instalada, pero tuvo efímera duración: atacada por los islámicos en 16 de diciembre, en ella murieron cerca de treinta portugueses, entre ellos el escribano Pedro Vaz de Caminha.

Después de bombardear Calicut y apresar embarcaciones árabes, Cabral siguió para Cochín y Cananor, donde cargó las carracas con especias y productos locales y retornó a Europa.